8.9.06


Claro que Hay Fraude

Por: José Danilo Centeno

Como se esperaba, el «sospechosismo» tomó carácter de cosa juzgada; el fallo de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral estableció a Felipe Calderón como ganador de las elecciones 2006. De este modo se consolida legalmente uno más de los innumerables fraudes electorales perpetrados contra el pueblo de México.
Llegó a su final un proceso fraudulento, plagado de irregularidades, de inequidades, de interferencias del ejecutivo que, en el afán de garantizar el continuismo, respaldó con todo a su candidato. Los procesos electorales en México son un pleito de tigres sueltos contra un solo burro amarrado y, además, famélico.
Claro que hay fraude, el fraude empezó desde la Independencia, el fraude estuvo en que al marcharse los españoles peninsulares, los españoles criollos tomaran el poder, y el indio siguiera oprimido; el fraude estuvo en la anexión de Texas; también estuvo presente en la Revolución, cuando surgieron nuevos ricos y se produjo el asesinato de Zapata, y de Villa. El fraude estuvo presente en el 68 y en el 70 y en el 88; en el 2000; en cada elección, y en cada aspecto de la vida nacional, en el futbol; en la educación que se imparte en las escuelas. El fraude está en las calle; en las balanzas de las carnicerías y de las pollerías, en las bombas de las gasolineras; en las ventanillas de atención pública, en todos lados. El fraude, señores, está indisolublemente ligado a la vida diaria de todos nosotros.
El fraude está en querer hacernos creer que un proceso electoral nos permite escoger a nuestros gobernantes y determinar nuestro futuro; el fraude está en decirnos que los hermanos Bribiesca han sido investigados; en decirnos que los delitos del 68 ya prescribieron; el fraude es que las hermanas de Atenco estén presas y los policías violadores, libres; el fraude está en que Oscar Espinosa Villareal, Arturo Montiel y tantos otros estén tranquilos en su casa. El fraude está en la manipulación de la noticia ejercida por los medios de desinformación las 24 horas del día; el fraude está en querer privatizar la educación en todos sus niveles; el fraude está en decirnos que en México hay democracia, cuando una minoría tiene todo y la mayoría vive en la pobreza; el fraude está en decirnos que Adela Micha, Joaquín López Dóriga, Carlos Loret de Mola, el Payaso Tenebroso, y toda esa caterva de plumíferos a sueldo, son periodistas, cuando en realidad, ejercen labores de propagandistas políticos al servicio del sistema fecalista; el fraude está en decirnos que la patria es de todos cuando los ricos se la han apropiado. Todo el sistema es un fraude.
El fraude se da cada vez que se habla del irrespeto a los derechos humanos en Cuba, cuando en México Digna Ochoa, defensora de los derechos humanos fue asesinada por cumplir con su trabajo, los campesinos ecologistas de guerrero perseguidos, y los pobladores de Atenco golpeados y encarcelados en un acto de venganza oficial, porque los de Atenco no se dejaron robar sus tierras, es decir, porque se opusieron a otro fraude, el del nuevo Aeropuerto. El fraude está cuando se nos habla de los balseros cubanos que desafían al mar para llegar al sueño americano, cuando en México hay «balseros sin balsas» que, con tal de llegar al mismo sueño americano, desafían al desierto, al muro de Bush, a la patrulla fronteriza y a los rancheros texanos caza-ilegales que practican el tiro al blanco con ellos.
El fraude está presente cuando se protesta por el maltrato a los mexicanos en los Estados Unidos, cuando en México se maltrata y se les roba a los centroamericanos que, en pos también del sueño americano, se internan en nuestro país. El fraude panista se presenta cuando la política exterior se vuelve soberbia con nuestros hermanos latinoamericanos, y sumisa con los gringos; cuando nos presentan únicamente los videos que ellos quieren y nos ocultan los que no quieren que veamos. El fraude se produce cada vez que los fecalistas expresan su preocupación enfermiza por que el ejecito marche o deje de marchar en el centro histórico, haciendo gala de en un despliegue de militarismo que a nadie sirve para nada, cuando la soberanía que emana del pueblo y la Constitución y las Leyes todas han sido violadas desde siempre. El fraude se hace evidente cuando un tipo que no se ocupa más que de darle de patadas a un balón gane sumas millonarias, al contrario de quien ha pasado dieciséis años estudiando para obtener una licenciatura, ya no digamos de un obrero que crea los bienes materiales de que se sirve la sociedad, o de un maestro que forma futuros profesionales; cuando se nos quiere hacer creer que obispos como Onésimo Cepeda y cardenales como Norberto Rivera son los representantes de Dios sobre la tierra. El fraude es el propio sistema, señores, entendámoslo de una buena vez.
Todo el sistema está podrido. Solamente una transformación profunda de dicho sistema puede acabar con el fraude político, legal, económico y electoral al que México se ha visto sometido desde hace siglos. La hora de refundar a México hace mucho que sonó en el reloj de la historia, pero recordemos que todo cambio, toda transformación, forzosamente, tiene que arrancar en nosotros mismos.